viernes, 21 de febrero de 2014

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Venezuela en el corazón

Por: Fernando Bravo Prado

A pesar que escribir es una de mis grandes pasiones (quizá lo único que realmente me gusta hacer), en estos días estoy viviendo una etapa de mi vida un tanto espinosa y frustrante; no voy a profundizar, pero debido a esto me había rehusado y resistido a escribir, cayendo más bien en una apatía actual hacia la realidad que me circunda. Quiero quebrar esta abstinencia hoy y escribir una vez más, y quiebro esta condición con todo mi ser debido al siguiente asunto: Venezuela, la nación llanera, el país al que aprendí a querer desde que éste abrió sus brazos para acoger a una parte de mi familia que huía en los ochentas de la habitual pobreza del Perú; se debate en una crisis política y económica, generada por un gobierno asesino, canalla e inepto.
Al producirse la muerte de Hugo Chávez (5 de marzo de 2013, si no fue antes y ocultaron el muerto), tuve la esperanza que Venezuela por fin pudiera encaminarse hacia una transición democrática que le permitiera liberarse e irse sacudiendo del daño que el chavismo le había atestado durante casi 15 años. Mis esperanzas eran las visiones de un iluso; la cuestionable elección de Maduro y sus subsiguientes actos de gobierno, no hicieron sino acrecentar y agudizar las nefastas practicas del chavismo, hasta arrastrar a Venezuela al desastre total. (Vargas Llosa, lamentablemente, tuvo razón).
El chavismo es la demagogia absoluta y el robo sistemático convertido en forma de gobierno; el chavismo es el estatismo empedernido, la destrucción de la empresa privada, la ruina de la estabilidad jurídica. El chavismo es una mafia de delincuentes y militares corruptos que por medio de un asistencialismo enfermizo y un cinismo permanente, lograron embobar a las multitudes necesitadas y menesterosas que vieron en ese personajillo insolente e ignorantón que fue Chávez, a un supuesto salvador del pueblo, al líder que los iba a proteger de los políticos tradicionales e iba llevar a Venezuela hacia el progreso (error monumental que están pagando todos los venezolanos, los que apoyaron esta estúpida y nefasta aventura y los que no); el chavismo entregó a Venezuela (envuelta en papel regalo y a cambio de servicios de asesoramiento en sistemas de represión) a los designios de ese país llamado Cuba, (esa momia comunista quebrada que no muestra trazas de soltar el poder a pesar de su decadencia, y que parasita en las naciones a las que puede inocularles su paranoia anti-imperialista). El chavismo es criminal y asesino, y no lo digo sólo por sus políticas económicas desastrosas que literalmente están matando de hambre a los ciudadanos, lo digo también por el establecimiento e instauración de entes paramilitares armados por el gobierno (milicias cubanas), las que cumplen con total impunidad el encargo de asesinar y reprimir a los opositores al régimen; sean políticos, estudiantes, amas de casa, o reinas de belleza. Estos son crímenes contra la humanidad por los que en algún momento deberán pagar todos los miembros del actual aparato estatal venezolano y todos estos asesinos que ideologizados al estilo del partido NAZI, arremeten furiosamente contra la población que protesta con todo derecho en las calles. Causa gracia escuchar a Maduro hablar de fascismo y tratar de introducir este vocabulario en su repertorio de insultos a los opositores. Fascista es él, ya que sus milicias urbanas se asemejan más bien a los “Camisas Negras” de Mussolini, los que atentaban contra los ciudadanos que pensaban diferente al régimen.
Digámoslo con todas sus letras: los estudiantes venezolanos están siendo masacrados en las calle por hordas de criminales en moto, los que cobardemente esconden sus rostros detrás de cascos. Los estudiantes vienen siendo atacados por escuadrones de civiles armados, los que hacen el trabajo sucio del régimen. Hablemos claro: Las Casas del ALBA son centros de adoctrinamiento y de conspiración contra el libre pensamiento.   
La constitución venezolana ha sido violada y ultrajada una y otra vez hasta la saciedad; en Venezuela no existe separación de poderes y todo el aparato estatal es una mezcolanza de cargos escogidos “a dedo” y distribuidos en medio de una tremenda improvisación y un caos inverosímil; en Venezuela no hay equilibrio de poderes ni prensa libre ni el más mínimo atisbo de democracia ni libertades individuales. Solo hay hambre, corrupción, peroratas grotescas y ofensivas por parte del gobierno, discursos populistas destemplados de un presidente fantoche, saqueo continuo del erario nacional, caos económico, entrega de la riqueza venezolana a naciones extranjeras por amiguismo ideológico, descalificación y diatribas a los opositores, asesinatos selectivos, encarcelamientos ilegales e injustificados, judicialización de los ciudadanos que se atrevan a protestar contra el régimen, salvajismo y represión indiscriminada, estatismo expropiador, atropellos contra la prensa nacional y extranjera, arrodillamiento de una prensa servil, delincuencia que toma las calle al oscurecer (Caracas es “Ciudad Gótica” desde las 9:00 p.m.), entre otras inmundicias más, que sería larguísimo seguir enumerando. Hace unos meses, cuando Maduro instó a la población a saquear las tiendas de electrodomésticos en medio de una alocución estilo “barra brava” (indigna de un jefe de estado), y le dio carta libre a la delincuencia para que tomen Caracas y hagan lo que quieran con los comercios, entendí que estábamos viendo al más grande error de la Latinoamérica del siglo XXI, estábamos viendo al que jamás debió abandonar su empleo de chofer de ómnibus e intentar dirigir un país. Venezuela está siendo gobernada por un portapliegos sumiso e ignorante al que Chávez maltrataba en público y en cadena nacional. Maduro se jacta de ser un socialista, pero a decir verdad, dudo mucho que haya siquiera leído a los autores del marxismo, a simple vista se aprecia que apenas sabe leer. El marxismo, con todos sus desatinos y a pesar de su inviabilidad, es en buena cuenta, una doctrina económica en la que nunca se pide quebrar a las economías, y en ninguna página de “El Capital” hay un párrafo que indique que los países deben entrar en crack y echarles la culpa a los países capitalistas. Venezuela es (y ya se quitó la careta) la Uganda de Amín, la Filipinas de Marcos, el Perú de Fujimori; y Maduro insiste cínicamente en esa coartada que intenta esconder el colapso de la economía, culpando a USA, a “El imperio” de todos sus males, de todos sus fracasos, de toda su impericia.          
El fracaso del chavismo es prominente; la escases de alimentos y el desabastecimiento de productos han llegado a niveles insostenibles y la política económica ha tocado fondo. El socialismo del siglo XXI es una mentira más entre las cuantiosas ideas trasnochadas lanzadas por estos mequetrefes de la política; y las reservas de petróleo, las que le dieron el respectivo salvoconducto a Chávez  para la aplicación de ese desmadre llamado Revolución Bolivariana, ya no pueden sostener más este modelo; más bien, este anti-modelo.
En un mundo globalizado todo está conectado y nada de lo que pase en un país vecino le puede ser ajeno a otro, sobre todo en materia de derechos humanos; en ese sentido, es una vergüenza que los países latinoamericanos sigan siendo cómplices de todos estos crímenes, y no hayan elevado una enérgica voz de protesta para condenar y repudiar la represión del gobierno venezolano contra los estudiantes. Salvo Chile y Colombia, el resto de países ha mostrado una total cobardía frente a estos crímenes (Evo, Fernández y Correa no sorprenden ya que son de la misma calaña ideológica), pero el resto de países, incluido el gobierno del Perú, han mostrado una tremenda cobardía en no señalar las cosas por su nombre, invocar la carta de la OEA, y al menos intentar frenar esta ola de violencia del estado venezolano por medio de un pronunciamiento enérgico. Ni qué decir de la UNASUR, ese club de amigos que no sirve para nada y que ha tenido la desfachatez de refrendar un pronunciamiento en el que se dice que Cuba es una democracia. Los presidentes cómplices y cobardes han enviado comunicados en los que llaman al diálogo entre la oposición y la dictadura… acto seguido, Maduro les contesta encarcelando a Leopoldo López, insultándolo en cadena nacional, llamándolo terrorista y fascista a viva voz.
Leopoldo López ha querido con su entrega a los poderes del chavismo, según mi óptica, darle un símbolo a las protestas, plantear una estrategia audaz para desestabilizar aún más al régimen, pasar a la historia, ofrendarse él sí, por la justicia, a través de su ingreso al templo de la injusticia.
Vi a una estudiante venezolana, la cual, por medio de un conmovedor discurso (casi una oración), causó las lágrimas de unos policías que cercaban una calle; lloró el país ahí, Venezuela entera fue una lágrima en ese instante y nos hizo llorar hasta a los extranjeros. Esa iniciativa, esa valentía no debe detenerse, las protestas deben continuar; sin temor porque la razón los acompaña, porque es legal protestar pese a lo que dice el sátrapa, porque cada día de legítimas manifestaciones es una puñalada más en el pecho del chavismo, porque por cada día de Leopoldo López en prisión el gobierno se irá desmoronando más y más, porque si López es condenado a 5, a 10 años de cárcel, el chavismo se estará condenando a sí mismo hacia su propia implosión. El chavismo se atreverá a dispararle a la población cuando las marchas sean de cientos de personas, pero cuando las marchas sean de miles de personas No Se Atreverán (lo dice alguien que participó en la caída de Fujimori en medio de una marcha multitudinaria donde a la policía peruana, sólo le quedó retroceder a pesar que tenía órdenes de disparar y fue desbordada por la multitud que cantaba por las calles el himno nacional y avanzaba con firmeza). No deben temer los venezolanos, es la hora de la verdad; esto ya le ha pasado a otras naciones y esas naciones se han liberado a sí mismas con mucha eficacia después de una lucha persistente; Venezuela no debe olvidar que es iluso pensar que alguien más vendrá a salvarla; este es un trabajo pesado y doloroso que tendrán que hacer los venezolanos con sus propias manos.
Revolución… esa palabra… ya casi no la entiendo. En la boca del chavismo me suena a mentira, en la boca de los estudiantes venezolanos me sabe a libertad.  

FERNANDO BRAVO.   
     

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